La actividad económica en Estados Unidos ha evolucionado de forma moderada en el primer semestre del año, ya que los recortes del gasto público tuvieron un efecto adverso en el crecimiento del PIB. Sin embargo, la progresiva mejora del mercado laboral a lo largo del ejercicio ha hecho que la actividad económica cobrara impulso durante la segunda mitad de 2013, cuando el gasto en consumo privado aumentó a un ritmo mayor y las exportaciones registraron un avance. Por su parte, el modesto incremento de los ingresos y la elevada tasa de ahorro existentes frenaron el consumo privado, aunque éste se ha recuperado en el cuarto trimestre, en línea con la mejora de la confianza de los consumidores.
La actividad residencial ha contribuido al crecimiento del PIB durante los tres primeros trimestres del año debido a que los mínimos históricos alcanzados por los tipos de interés hipotecarios se han traducido en un elevado ritmo de ventas de viviendas y, por tanto, en un aumento de sus precios. Asimismo, el limitado stock inmobiliario ha repercutido en una mejora de la actividad de construcción de vivienda nueva.
Sin embargo, el desempeño económico no ha estado exento de incertidumbres, en particular por las perspectivas sobre la rapidez con que las autoridades iban a limitar el grado expansivo de las políticas fiscales y monetarias. En política fiscal, a lo largo del año se han producido intensas negociaciones para reconducir el déficit fiscal acumulado en la etapa expansiva. Tales negociaciones no han conseguido un plan completo y que aborde la consolidación fiscal con una perspectiva de largo plazo, sino soluciones parciales que han supuesto subidas de impuestos y una reducción generalizada del gasto (que evitó el llamado “fiscal cliff”). Las negociaciones, además, se han visto condicionadas por el agotamiento de la capacidad del Gobierno estadounidense para aumentar sus niveles de deuda, provocando un cierre parcial del mismo en octubre que, en todo caso, tuvo un impacto limitado sobre la actividad.
La segunda fuente de incertidumbre en 2013 ha procedido del llamado “tapering”, es decir, del anuncio por parte de la Fed de que estaba considerando disminuir el ritmo de expansión monetaria, como paso previo de normalización de la política monetaria, anterior a una eventual subida de tipos de interés y posterior reducción de balance. La Fed hizo mucho hincapié en que el proceso sólo se produciría si la economía continuaba por una senda de crecimiento sostenido. Aun así, el anuncio en primavera fue acompañado de un intenso repunte en los tipos de interés en Estados Unidos, lo que frenó parciamente el dinamismo de la inversión en vivienda. Aunque la economía estadounidense ha seguido recuperándose, finalmente el inicio de este proceso ha quedado pospuesto hasta enero de 2014, siendo especialmente cuidadosa la autoridad monetaria americana en enfatizar su intención de mantener las tasas de interés bien ancladas en niveles bajos hasta estar segura de la sostenibilidad y fortaleza de la mejora en marcha.
Por otra parte, Estados Unidos se encuentra en las fases iniciales de una transformación de su sector energético, ya que la capacidad para explotar sus reservas de petróleo y gas natural ha permitido al país convertirse en un exportador de productos derivados del petróleo. Por tanto, Estados Unidos se está beneficiando directamente del elevado crecimiento que está teniendo lugar en numerosos mercados emergentes y de la mejora de la actividad económica en Europa.
Por lo que se refiere al tipo de cambio, en 2013 el dólar se ha depreciado frente al euro, lo cual ha tenido un impacto negativo en los estados financieros del Grupo en el conjunto del año. Para facilitar la comprensión de la evolución de las cifras de negocio, los porcentajes indicados a continuación se refieren a tipo de cambio constante, a menos que se indique lo contrario.
En cuanto al sector financiero del país, los bancos han seguido mejorando sus balances, que muestran una reducción de las tasas de mora y de los préstamos fallidos. Al mismo tiempo, ha aumentado la confianza y tanto los clientes minoristas como las empresas se sienten cómodos y dispuestos a aumentar su apalancamiento. Los tipos de interés y las condiciones de crédito siguen siendo favorables para los prestatarios, al mismo tiempo que las mejoras en la situación financiera de los hogares es una noticia positiva para los bancos que buscan clientes más solventes.
En definitiva, se confirma la senda de mejora del sistema financiero del país observada a lo largo del ejercicio, con una evolución positiva tanto de los beneficios como de la tasa de mora del sector (3,8% al cierre de septiembre para la banca de empresas –commercial banks–, frente al 4,7% de finales de 2012). Dicha mejora de los resultados de las entidades bancarias sigue apoyándose en unos mayores ingresos no financieros (los bajos tipos de interés continúan afectando negativamente al margen de intereses) y en unas menores necesidades de provisiones debidas a la mejora de la calidad crediticia de todas las carteras. Por último, hay que destacar el aumento del ritmo de crecimiento de los depósitos nacionales en la segunda mitad del año.