En Europa, la situación macroeconómica ha mejorado significativamente. Durante el segundo trimestre, la Eurozona empezó a salir de la recesión. Los datos más recientes sobre el tercer trimestre apuntan a una incipiente expansión de la actividad. Dicha mejoría incluso alcanzaría a los países periféricos, ahora menos sujetos al drenaje fiscal y con tensiones financieras mucho más contenidas. Aun así, sigue latente cierta incertidumbre sobre la continuidad de los programas de ayuda griego y portugués.
En Turquía, la actividad económica ha mostrado el mismo grado de dinamismo experimentado en la primera mitad del año, gracias al avance del consumo privado y a una política fiscal expansiva, a pesar de la mayor volatilidad de los mercados financieros y de los episodios de conflictividad social observados en el trimestre. Estos dos elementos han tenido un impacto desfavorable. Por una parte, la rentabilidad del bono turco a 10 años ha llegado a repuntar hasta niveles cercanos al 10% (desde el 6% de mayo). Por otra, la cotización de la lira ha registrado una intensa depreciación en el trimestre, frenada parcialmente por las medidas aplicadas por el Banco Central de Turquía (CBT). Entre dichas medidas destacan especialmente el uso de sus reservas de divisas y el endurecimiento de la política monetaria, lo que ha supuesto un encarecimiento notable del coste medio de financiación para el conjunto del sistema financiero turco.
A pesar de todo lo anterior, el sector financiero en este país conserva un sólido nivel de capitalización y una alta rentabilidad, dentro de una coyuntura de elevado crecimiento de los créditos en los últimos ejercicios. Sin embargo, el nivel de morosidad del sistema sigue contenido, en el entorno del 3%, y las provisiones estables con respecto a las del año pasado, alrededor del 75% del total del crédito moroso.
En China, los datos muestran una reactivación del crecimiento económico, favorecido por las medidas de estímulo fiscal aplicadas por las autoridades, pero también por la recuperación de los niveles de confianza, una vez disipadas las amenazas de un aterrizaje brusco de esta economía. La mayor confianza y el margen de maniobra del que siguen disponiendo las autoridades permiten ser optimistas con respecto al cumplimiento de los objetivos oficiales de crecimiento.
En cuanto al sector bancario chino, el ritmo de avance de los beneficios se ha moderado, aunque sigue siendo alto (+13,6% para los bancos cotizados, según información de junio de 2013). Este crecimiento se apoya en un elevado ascenso del crédito y en un significativo aumento de los ingresos por comisiones, que compensan el impacto negativo de la liberalización de los tipos de interés, de la eliminación (en julio) del suelo en las tasas cobradas por los préstamos y del ligero repunte de la morosidad. Por último, en solvencia, los bancos cotizados han experimentado una reducción de sus ratios de capital regulatorio en la primera mitad de 2013, aunque el nivel medio sigue estando claramente por encima del mínimo exigido.